Críticas

Catálogo exposición Galería de arte Witcomb, Bs. As. 1983

El mundo del arte es como el mar, y como el mar guarda sorpresas: la majestuosa ola, sus ocultos enigmas, sus cantos marinos. Estamos en presencia de una pintora que a través de los signos coruscantes del mar enlaza las figuras del caballo y la paloma. Pero lo hace de muy estilizada manera como las imágenes visionarias de un calidoscopio, donde fragmentos de sus figuras se ordenan armoniosamente.

Para Tina Monteverde la tela es gran suscitadora de su fantasía interna, no proyecta sobre ella su imaginería sino que la trae de su mundo secreto y la expresa con el pincel sismográfico. Viste a ese mundo con colores ardientes o suaves que siguen las peripecias de envolventes formas hasta alcanzar el ritmo total del cuadro.

Como vemos, es una pintora resuelta a hacer de cada obra un testimonio viviente en el mundo natural, ingresando a ese mundo de imágenes habituales el suyo: mundo compuesto de originales visiones en pintura.

                                                              Ernesto B. Rodriguez
                                         (Academia Nacional de Bellas Artes)


Tina Monteverde es una pintora en plena poseción de su lenguaje técnico. Su estilo lineal y rotundo, le permite expresarse con gran claridad y fuerza plástica.
                        
                                                      Luis Barragán, Octubre de 1983


Catálogo exposición Galería de arte Witcomb, Bs.As. 1984

Suele no ser casual la elección del maestro a quien recurre el discípulo, acuciado por la necesidad de crear. Quien lo hace seriamente no busca quien contenga sus ansias a veces, ni siquiera las oriente, sino quien le ayude a descubrir los medios expresivos que, morando en el creador desde siempre, no han encontrado su propio cauce. Con mucha más razón, cuando atrás han quedado etapas de formación académica que sentaron las bases de toda posibilidad.

Por eso, entendemos que Tina Monteverde no sólo supo reclamar la atención que su capacidad creadora exigía, sino que realizó una atinada decisión, cuando se puso bajo la sutil conducción del maestro Luis Barragán, un meduloso decidor de la pintura en sus formas esenciales. Sobre todo porque, poseedora de una personalidad arrolladora, supo mantenerla, frente a la sosegada pasión de Barragán, imponiendo su gesto decidido que se hace evidente en cada obra, a veces en un ritmo de danza que se trastoca en formas aéreas, en oportunidades, en la recomposición del esquicio primero, el que siempre preludia su búsqueda formal.

La exposición de Witcomb mostró distintas facetas de una pintora de quien su propio maestro dice que es ya una artista acabada, una creadora, que merece la atención del público y la crítica: pero fundamentalmente –y esto es lo decisivo en la faena del arte- Monteverde parece un ser capacitado para decir su propia interioridad.

Esta secuencia estructural, que fue definitiva el gran aporte de su muestra, devana el espacio que desde el dibujo puro, al que se siente atraída por vocación y formación personal, hasta el viraje hacia lo gestual-abstracto, al que se acerca a medida que provoca sus propias posibilidades, para lograr lo mejor de su obra, cuando el color se suelta sin dislocarse, en esa suerte de aventura personal, no siempre consciente, pero rendidora de buenos frutos.

                                                              Enrique Horacio Gené
                                     (Revista “Arte al día” diciembre, 1983)


“Generadora de un espacio plástico que se impone por sí mismo, sin necesidad de las apoyaturas que, por ejemplo, supone un personaje. Y avizorar en Monteverde a una más que eficaz narradora plástica, no es hacer hincapié en la literatura, sino insistir en ese fenómeno que se da en algunos pintores que, pintando, narran, cuentan”.


                                                                       Alfredo Andrés


“Sus motivos se hallan inmersos en un cromatismo vibratorio, donde la artista tiende las coordenadas lineales para capturar la naturaleza de lo representado, como si se captara las leyes constantes del aparecer de la imagen”.


                                                                         Rosa Faccaro



“Si bien las formas llevadas a su extrema sobriedad mediante el uso de líneas, constituyen el patrón plástico de Tina Monteverde, otra propuesta que se conjuga con dicha técnica es el virtual dinamismo que imprime a los modelos pintados, lo que impregna a sus óleos del sentido del movimiento, fuere con la presencia del gallo o el rostro humano en una cabal coincidencia de la búsqueda del signo pictórico ideal”.


                                                                    Oscar Félix Haedo